Gemidos...

¿Hay espacio en esa boca para la mía?
Porque necesito alojar mi lengua
en algún recoveco cálido,
necesito dejar de sentir la presión.
de que el mundo se empeña en tratar de explicar
Algo tan sencillo, como es el ser humano.
Que en realidad no hay tanta vuelta que dar,
porque somos animales,
que nos reproducimos al vernos
cuando es mutua la sensación y el deseo,
de transmitirnos besos, piel, sudor
y gemidos que acaban en mordiscos,
desgarrando la inmaculada procesión
de terminar exhausta sobre mí.
tan vanidosa y trémula…  adictiva.
Tan desesperada al desvanecerte
que no controlas tu instinto voraz, innato,
que se detiene en el mediocre universo
que se queda palpitando.
Casi mudo, tratando de detener los espasmos
que evaporan todo veneno mortífero
proveniente de mí,
que quiera idiotizar
tu lengua materna abstracta, insípida.
basada en antiguas costumbres
que hoy no rigen.
Cierras los ojos y reapareces,
dejando ver tu verdadero yo.
Ignífugo, omnipotente, que pide perdón
y maldice,
pero no se arrepiente.
Porque es carnal, humano y también animal.


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