PATO Capítulo 1

 Capítulo 1: El hallazgo del cuerpo

La luz tenue de la mañana apenas lograba atravesar las cortinas gruesas del apartamento de Patricia Sáenz. El ambiente estaba cargado, como si el aire hubiera dejado de moverse desde la noche anterior. Y allí, en medio de esa opulencia silenciosa, yacía el cuerpo de Patricia. O, como yo la conocía, Pato.

No había nada fuera de lugar, salvo el cuerpo sin vida. Todo estaba impecable, casi como si hubiera sido cuidadosamente preparado para la escena. La primera impresión sugería un suicidio: la botella de pastillas vacía sobre la mesa de noche, la copa de vino medio vacía junto a ella, los labios apenas manchados de ese rojo oscuro que siempre usaba para los eventos importantes. Pero algo no cuadraba, algo en esa imagen perfecta era demasiado pulcro, demasiado frío.

Yo, Hernán Silba, fui el primero en llegar. El portero del edificio me reconoció de inmediato y, sin hacer preguntas, me dejó pasar. Nadie sabía que llevaba meses siendo el amante secreto de Patricia, o al menos eso pensaba yo. Pero ahora, mirando su cuerpo inmóvil, me preguntaba cuántos secretos más escondía esa mujer.

Mi corazón latía rápido, pero no por el horror de encontrarla muerta, sino por la confusión que me embargaba. La noche anterior, justo antes de que todo esto sucediera, Patricia me había enviado un mensaje. Lo vi esta mañana, justo antes de entrar al apartamento. Un solo mensaje, tan simple como perturbador:

"No confíes en ellos."

Nada más. Ningún contexto, ninguna explicación. Pero eso bastó para despertar mis dudas. ¿En quién no debía confiar? ¿Quiénes eran "ellos"? En la vida de Patricia, "ellos" podían ser muchos. Su padre, sus socios en los negocios, aquellos que la rodeaban en su ascenso imparable en el mundo inmobiliario. O tal vez se refería a mí, aunque eso no lo sabré jamás.

La policía llegaría pronto. Lo que debía hacer antes de que ellos llegaran era claro: intentar entender qué había sucedido realmente. Los objetos en la habitación parecían contar una historia, pero era una historia que no terminaba de encajar. Caminé por la habitación lentamente, observando cada detalle, buscando algo que rompiera la perfecta imagen de suicidio.

Y entonces, la encontré: una nota. Estaba escondida entre las páginas de un libro de tapa dura, uno de esos volúmenes que Patricia adoraba acumular, aunque nunca los leía. La letra no era del todo suya. Parecía similar, pero un poco más torpe, como si alguien hubiera intentado imitarla.

"Perdóname. No tuve opción."

Mis dedos temblaban mientras sostenía el papel. Esta nota no encajaba con el carácter de Patricia. No era alguien que pidiera perdón, ni en sus últimos momentos ni en los primeros. Si algo sabía de ella es que siempre tomaba las riendas de cada situación, sin dudar, sin arrepentimientos.

El sonido de una sirena a lo lejos me devolvió a la realidad. El tiempo se me acababa. Pronto, la escena estaría invadida por policías, detectives y forenses. Y yo estaría allí, tratando de encajar como uno más en su investigación. Pero lo sabía, este no sería un caso cualquiera. Este era el comienzo de algo mucho más oscuro. El poder y los secretos que Patricia había guardado a lo largo de su vida estaban a punto de desmoronarse, y yo estaba en el centro de todo.




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