Capítulo 1: El hallazgo del cuerpo La luz tenue de la mañana apenas lograba atravesar las cortinas gruesas del apartamento de Patricia Sáenz. El ambiente estaba cargado, como si el aire hubiera dejado de moverse desde la noche anterior. Y allí, en medio de esa opulencia silenciosa, yacía el cuerpo de Patricia. O, como yo la conocía, Pato. No había nada fuera de lugar, salvo el cuerpo sin vida. Todo estaba impecable, casi como si hubiera sido cuidadosamente preparado para la escena. La primera impresión sugería un suicidio: la botella de pastillas vacía sobre la mesa de noche, la copa de vino medio vacía junto a ella, los labios apenas manchados de ese rojo oscuro que siempre usaba para los eventos importantes. Pero algo no cuadraba, algo en esa imagen perfecta era demasiado pulcro, demasiado frío. Yo, Hernán Silba, fui el primero en llegar. El portero del edificio me reconoció de inmediato y, sin hacer preguntas, me dejó pasar. Nadie sabía que llevaba meses siendo el amante secreto d
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