rarezas textuales de la vida diaria


En el mundo de hoy, reflexiono sobre la dinámica que observo en las personas que me rodean y en aquellas que están más allá de mi alcance. Contemplo la hipocresía que parece permear la sociedad global y cómo las nuevas tecnologías han llegado a esclavizar nuestras mentes. Pienso en los niños y niñas de todo el mundo y en la lamentable "socialización" que les estamos legando. No solo me preocupo por las consecuencias de las guerras, sino también por la falsa humildad de aquellos países que se proclaman en contra de los conflictos y el terrorismo, mientras invierten y gastan millones en la compra y venta de armas, respaldando la construcción de armas de destrucción masiva en lugar de tomar medidas para detener su producción.

En ocasiones, me pregunto si esta parte salvaje de la naturaleza humana es realmente una manifestación inherente a nuestra especie. Y no me refiero solo a la violencia, sino a la codicia y a la necesidad constante y crónica de querer ser mejor que los demás para sentirnos satisfechos o superiores. En realidad, somos seres de una misma especie que simplemente tomamos decisiones diferentes, ya sea para bien o para mal. Nos aventuramos a juzgar a los demás sin tener en cuenta sus sentimientos o las razones de su felicidad.

Vivimos en un mundo donde el materialismo ha adquirido una dimensión más grande que el amor, donde importa más lo que poseemos que la capacidad de amar y comprender a los demás. La solidaridad se mezcla con prejuicios y negocios. Los poderes dominantes juegan con nosotros como si fuéramos títeres en un juego de "ponle la cola al burro", y muchos estamos ciegos o demasiado borrosos para verlo. Nos golpeamos y apaleamos en una lucha por alcanzar el premio, pero ¿cuál es realmente ese premio? En realidad, solo recibimos más de lo mismo, simples papelitos de colores...

Y me pregunto, ¿quién son los "indios" en esta época? La esclavitud humana sigue siendo una realidad cotidiana, donde aquellos que tienen más siempre desean aún más para intentar igualarse a aquellos que poseen aún más que ellos. Es una carrera interminable, una competencia despiadada en la que perdemos de vista nuestra verdadera esencia. En lugar de buscar la igualdad y la armonía, nos enredamos en una espiral de codicia y rivalidad, olvidando que somos parte de una misma humanidad y que solo a través del respeto y la cooperación podremos alcanzar un mundo verdaderamente equitativo y solidario.




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