Copiloto para un suicida parte 2 (extraído de “Viajero en Extinción”)

 En un oscuro rincón del mundo, bajo la pálida luz de la luna, se encuentra un hombre cansado y abatido, de pie sobre una cornisa. Detrás de él su vida entera, pasado, presente y futuro o lo que quede de ellos. Delante de él, doce largos y tormentosos pisos.

El hombre, muy lento comienza a cerrar los ojos y de apoco siente como el pecho comienza a responder presionando hacia dentro, o hacia atrás; según quien describa esta escena. Las manos le sudan a chorros y cuando por fin se decidió a dar su último paso, se encontró cara a cara con la imponente figura de la Muerte.  El hombre sintió un profundo alivio y dijo con la voz quebradiza:

Hombre: -¡Muerte!, llegó el momento de nuestro encuentro. Te he esperado pacientemente, pues mi alma está exhausta y anhela la paz eterna que solo tú puedes ofrecer-.

La Muerte sonriendo contestó con voz grave y profunda: - si, es verdad Hombre mortal, soy la Muerte, el inevitable final que aguarda a cada ser humano. Pero dime, ¿por qué insistes en que te lleve? ¿Cuál es tu prisa?-.

Hombre: -Noble Muerte, he de confesarte que en este mundo he encontrado poco más que desilusión y desesperación. Mis sueños se han desvanecido, mis esperanzas se han quebrantado. ¿No ves el cansancio en mi rostro, el peso en mi corazón? Imploro que pongas fin a mi sufrimiento-.

Muerte: -Compadécete, mortal, porque las cosas no funcionan de esa manera. Yo no decido quién debe venir conmigo y cuándo. Mi deber es seguir las reglas del destino y reclamar a aquellos cuyos días en la tierra han llegado a su fin natural-.

Hombre: -Pero, Muerte, te ruego que escuches mi angustia. Alguien decidió ponerme en un camino ya escrito, pero nunca dejó las instrucciones de cómo continuar en él. A estas alturas, el vagar perdido y sin rumbo me ha agotado por completo. ¿No puedes aliviar mi carga y llevarme hacia un destino desconocido pero libre de sufrimiento?-.

Muerte: -Comprendo tu tormento, humano, pero debes entender que ninguno de nosotros controla el rumbo de tu vida. Tú eres el protagonista de tu propia historia, y aunque puede parecer que te has perdido en el camino, te aseguro que nadie permanece fuera de él por mucho tiempo-.

Hombre: -¿Y qué debo hacer, entonces? ¿Cómo puedo encontrar mi camino y liberarme de esta pesada carga que llevo en mi interior?-.

Muerte: -Paciencia, pues el tiempo revela muchas verdades ocultas. Continúa tu viaje con fe y valentía. A veces, el destino se revela en los momentos más inesperados. Abraza tus errores y derrotas como oportunidades para aprender y crecer. Mantén viva la llama en tu corazón, pues aunque ahora estés perdido, el camino se abrirá ante ti-.

Hombre: -Tu sabiduría no trae consuelo a mí pesar. Si ya casi estoy muerto, solo un paso me separa de la vida-.

Muerte: -Porque así debe ser. La vida es un misterio intrincado y, a veces, doloroso. Pero confía en que, al final, cada pieza encajará en su lugar-.

Hombre: -Te agradezco, Muerte, por tu compasión y tus explicaciones. Pero no pienso seguir aquí. Ya no se como despertar sin sentirme agobiado por el simple hecho de estar vivo-.

Muerte: -Recuerda, que el tiempo es efímero y cada momento es valioso. Aprovecha cada instante para encontrar la belleza en las pequeñas cosas y construir tu camino con determinación. No desesperes, pues incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay una chispa de luz que puedes usar como antorcha para guiar tu camino-.

El hombre se levanta, se despide de la sombra de la Muerte y se adentra en la noche, con la certeza de que, tarde o temprano, encontrará su destino y se reconciliará con su propia existencia. Después de todo ¿quién sabe?,que es lo que nos deparará el destino. Si la muerte, ese misterio insondable que acompaña nuestra existencia, puede ser motivo de profunda reflexión. Algunos consideran que la muerte es el final de todo, el cese absoluto de la vida y la consciencia. Sin embargo, hay quienes sostienen que la muerte puede ser vista como una transición, un paso hacia otra forma de existencia o una fusión con algo más grande y trascendental.

En ocasiones, la muerte puede parecer un alivio, un escape de las dificultades y sufrimientos que experimentamos en la vida. Pero también es importante recordar que la muerte puede llevar consigo la pérdida de todas las maravillas y experiencias que la vida nos ofrece. Puede ser una interrupción abrupta de los sueños no cumplidos, los amores no vividos y los momentos de felicidad que aún esperan ser experimentados.

La muerte puede recordarnos la importancia de aprovechar el tiempo que tenemos en esta vida, de buscar la plenitud y el significado en cada momento. Nos insta a valorar las relaciones, a perseguir nuestros sueños y a encontrar un propósito que trascienda nuestra propia existencia.

En última instancia, la muerte nos enseña que la vida y la muerte están intrincadamente entrelazadas. No podemos tener una sin la otra. Es la fugacidad y la impermanencia de la vida lo que le otorga un valor especial. La muerte nos recuerda que debemos vivir con autenticidad, pasión y gratitud, aprovechando cada instante que se nos ha concedido.

Así pues, en medio de las reflexiones sobre la muerte, podemos encontrar el impulso para vivir plenamente y apreciar cada experiencia, conscientes de que, a veces, la muerte puede ser peor que la vida, no por su propia naturaleza, sino por el potencial no realizado que deja tras de sí. 






Mas leídas