PATO capitulo 9
Lo prometido es deuda
Aquí el tan esperado capítulo 9
Capítulo 9: Entre la traición y la redención
Hernán y Sergio, el periodista, se adentraron en la antigua casa de Patricia. La estructura abandonada de la propiedad estaba envuelta en un silencio frío, pero sabían que ahí se escondía mucho más de lo que la policía había dejado ver en su inspección inicial. Esta era la última oportunidad de encontrar pruebas, la última pieza del rompecabezas que podría desenmascarar a Luciano y a sus socios de poder.
El aire dentro del lugar era opresivo, denso. En una de las habitaciones, al revisar una vieja cómoda, Sergio encontró una libreta oculta. Cuando la abrieron, ambos quedaron en silencio. Dentro, se listaban nombres de flores junto a cifras y descripciones breves. Al principio, parecía una libreta de un florista, pero las cantidades y los precios no tenían sentido. Flores. La palabra se les hizo perturbadora al comprender su verdadero significado: era el término para referirse a las mujeres del círculo de prostitución. Cada flor era una vida humana, y el tipo de flor indicaba su raza y “categoría”. Sergio tragó saliva, su rostro palideció, y por primera vez, Hernán vio algo parecido al arrepentimiento en sus ojos.
A medida que avanzaban por la casa, Hernán notó un comportamiento extraño en Sergio. Parecía inquieto, como si su mente estuviera dividida entre seguir buscando o simplemente dar media vuelta. Pero Hernán, movido por su determinación de exponer la verdad, lo incitaba a seguir adelante. En un viejo escritorio, encontraron una carpeta desgastada. Dentro había fotos de Patricia, atada, encadenada a una cama, con los ojos vidriosos y evidentemente sedada. Cada imagen era un golpe de realidad para Hernán. La fachada de Luciano como un hombre intachable y protector había caído por completo. Patricia había sido una víctima de la red de su propio padre.
Pero el hallazgo más impactante estaba en una serie de cartas de suicidio en borrador, escritas por Patricia en distintos momentos. Su letra temblorosa narraba un sufrimiento que Hernán nunca había percibido del todo. Las palabras de Patricia hablaban de su desesperación, de un dolor acumulado que nadie, ni siquiera él, había sido capaz de ver. Ahora todo cobraba sentido.
Fue entonces cuando Sergio halló un video en un dispositivo de almacenamiento escondido en un compartimento secreto de un mueble. Al reproducirlo, la pantalla mostró una reunión en una oficina oscura. Hernán pudo reconocer a Luciano en el centro de la sala, reunido con hombres de aspecto refinado, pero de miradas sombrías. Altos mandatarios y empresarios internacionales discutían planes para expandir sus redes de burdeles y tráfico de mujeres. Luciano asentía mientras escuchaba y, al final, ofrecía una sonrisa que dejó en claro su aprobación. Entre risas, uno de los hombres bromeó sobre “probar la mercancía” durante la próxima reunión, y Luciano no mostró ninguna objeción.
Hernán sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. ¿Cuánto poder, cuánta oscuridad, estaba dispuesto a sostener el círculo de Luciano? Ahora, más que nunca, estaba claro que la muerte de Patricia no había sido un simple suicidio. Sergio cerró el dispositivo con un temblor en la mano y miró a Hernán, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y compasión.
—Hernán, tenemos que hablar —dijo Sergio en voz baja, su rostro tenso.
Antes de que pudiera decir algo más, sus teléfonos vibraron al mismo tiempo. Un mensaje. Hernán lo leyó en silencio y su corazón se aceleró.
“Creían que podrían esconderse, pero no pueden escapar. Nos vemos pronto.”
—Es Martín —dijo Sergio, palideciendo aún más—. Sabe que estamos aquí.
Ambos se miraron, comprendiendo el peligro inminente. Sin pensarlo dos veces, Sergio tomó a Hernán del brazo y tiró de él hacia la salida. Cuando llegaron al coche, una motocicleta se acercó a gran velocidad y pasó a su lado, disparando sin detenerse. Los balazos alcanzaron la parte trasera del auto, quebrando la ventana.
Hernán y Sergio apenas lograron agacharse para evitar los disparos. Se alejaron del lugar a toda velocidad, escapando por los callejones para despistar al motociclista. El intento de asesinato había fallado, pero el mensaje era claro: Martín estaba al tanto de cada movimiento.
Mientras conducían, Hernán pudo notar el temblor en las manos de Sergio. El silencio entre ambos era tenso, cargado de preguntas que ninguno parecía querer responder. Finalmente, Sergio se estacionó en un parque desierto, apagó el motor y miró a Hernán con una expresión que era una mezcla de arrepentimiento y desesperación.
—Hay algo que debes saber, Hernán. Yo… no soy quien crees. He trabajado para el círculo desde hace tiempo —confesó Sergio, su voz temblorosa—. Al principio, acepté porque pensé que era solo otro trabajo, un simple encargo. Pero… después de conocerte… me di cuenta de que ya no podía seguir con esto. Lo que siento por ti es real, y no soportaba seguir mintiéndote.
Hernán lo miró en silencio, luchando entre la ira y el desconcierto.
—¿Así que todo este tiempo has sido parte de ellos? ¿Jugaste conmigo mientras intentaba encontrar la verdad? —respondió Hernán, su voz llena de amargura.
Sergio asintió, con los ojos llenos de remordimiento.
—Sí, fui parte de ellos. Pero ahora… estoy dispuesto a ayudarte a terminar con esto. No soportaría verte muerto. No después de lo que hemos descubierto juntos. Quiero reparar mi error, Hernán, aunque sé que quizá no puedas perdonarme.
Hernán sintió una mezcla de ira y desconcierto. No sabía si confiar en él o apartarse, pero las palabras de Sergio sonaban sinceras. Finalmente, asintió con un leve gesto.
—Si realmente quieres ayudarme, entonces terminemos con esto —dijo Hernán, aunque su tono dejaba en claro que la confianza entre ellos había sido rota.
Mientras se alejaban del parque, Hernán trataba de procesar todo lo que había descubierto. Sergio era parte del círculo, pero ahora parecía dispuesto a enfrentarse a él. La traición y la confesión de sentimientos lo dejaban emocionalmente devastado, pero la promesa de justicia por Patricia lo mantenía firme. No había marcha atrás, y el siguiente paso los pondría cara a cara con Martín y la red de poder que había destruido su vida.
Mientras se alejaban del parque, Hernán trataba de procesar todo lo que había descubierto. Sergio era parte del círculo, pero ahora parecía dispuesto a enfrentarse a él. La traición y la confesión de sentimientos lo dejaban emocionalmente devastado, pero la promesa de justicia por Patricia lo mantenía firme. No había marcha atrás, y el siguiente paso los pondría cara a cara con Martín y la red de poder que había destruido su vida.
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