Un Viajero en extincion
Me desperté con la luz del alba filtrándose a través de una bruma espesa. El aire era denso, como si el mundo mismo contuviera el aliento en anticipación. No llevaba conmigo más que un morral medio vacío y un par de botas gastadas que habían visto demasiados caminos. No sabía adónde iba ni cuánto tiempo había estado caminando. Lo único claro era el peso de una misión que no lograba definir. Los primeros pasos del día eran rutinarios: un pie delante del otro, respiraciones acompasadas, y un silencio que parecía infinito. Las aves cantaban sobre un paisaje desolado, y el sol comenzaba a trepar por el cielo. A cada paso, el sendero se retorcía como si tuviera vida propia, guiándome hacia un horizonte que nunca parecía más cercano. Sin embargo, cada partícula de polvo que se levantaba bajo mis botas parecía contar una historia, como si el suelo supiera algo que yo no sabía. El calor del mediodía era sofocante. Sentí la tentación de detenerme, de rendirme al agotamiento que empezaba a invad...