No sé cómo lo sé, pero lo sé.

No sé cómo lo sé, pero lo sé. Sé que me has leído en este último tiempo, tal vez por curiosidad, o quizá para intentar comprender cómo siento. Lo sé porque lo noto en mi piel, en cómo se eriza, en cómo se desgasta. Es como si al leerme, revivieras en cada palabra, como si estas fueran un puente hacia lo que éramos, hacia lo que aún, en cierto modo, somos.

Son solo palabras, pero no son solo eso. Te transportan, te hacen sentir.

Recuerdas, ¿verdad? Todas esas noches riendo, compartiendo momentos que parecían infinitos. No ha pasado tanto tiempo, aunque a veces parezca que ha llovido una vida entera desde entonces. "No ha llovido ni nada", como solías decir, y cómo me gusta esa expresión, tan contradictoria y tan cierta al mismo tiempo.

Aún llevo en mí el recuerdo de nuestro último día, tan vivo como si hubiera sido ayer. Como si todavía estuviéramos suspendidos en ese instante en el que el tiempo y el espacio se desvanecían, donde las decisiones aún podían revertirse. Un lugar donde el rencor y la melancolía no existían, simples ilusiones para ocultar lo que realmente sentíamos. La esencia siempre estuvo en la sinceridad, aunque a veces esa misma verdad nos destruya.

Tratemos de ser parte de un mundo que nos armonice, donde podamos conectarnos con nuestra naturaleza, con lo que realmente somos por dentro.

Escribamos, si hay que escribir. Bailemos, si hay que bailar. Seamos los artistas que este mundo necesita para encontrar un cambio. Aunque suene a utopía, aunque parezca un sueño en vano. Aunque suene a poesía, aunque parezca demasiado lejano.







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