Amor Vincit Omnia



Las palabras nunca son solo palabras.

Y, sin embargo, avasallan sentimientos, exponen la piel y desnudan los pensamientos.

Palabras: crueles, asesinas, redentoras.

Nos arrastran del amor más profundo al odio más sublime, y de allí, de vuelta al amor eterno.

Pero donde hay amor, hay esperanza.

Y con eso debemos quedarnos: con el amor, la esperanza y sus palabras de resurrección.

Alguien escribió alguna vez: Amor vincit omnia.

Y sí, así es.

Cuando uno ama, busca el tiempo y el lugar para hacerlo sentir.

Aunque la rutina intente erosionar la esperanza, quien ama siempre encuentra un hueco para amar y hacer brillar las almas.

Cometemos errores. Por temor, por orgullo, por no entender, por no escuchar.

Pero nunca está de más pedir perdón, ofrecer disculpas sinceras. Todo tiene solución cuando hay amor. Todo escampa, tarde o temprano.

Lo importante es no perder la fe ni la esperanza en la persona que amamos.

Nadie dijo que la redención fuera fácil. Ni darla, ni recibirla, ni concederla.

Aun así, el amor verdadero no llama dos veces a la misma puerta. Es una especie de virginidad del alma: nos atraviesa tan profundamente que, después de él, ya no volvemos a ser los mismos. El corazón queda marcado, y a quienes vengan después solo podremos darles aquello que no dimos al amor de verdad.


Por eso las controversias del amor son tan elocuentes.

Una ruleta rusa con una sola bala: la del primer y único amor verdadero.

Después llegarán amores circunstanciales, esos a los que nos adaptamos durante un tiempo. Luego huimos… o la vida nos obliga a quedarnos.

Pero en el fondo sabremos a quién esperamos, a quién buscamos en la inmensidad de nuestra soledad, en nuestras oscuridades más claras.

Porque al final, entender el amor va mucho más allá de un verano o de cualquier estación de paso.

Cuando descubrimos la necesidad de compartir nuestra vida, nuestros silencios y hasta nuestras heridas con alguien sin quien todo pierde sentido —forma, fondo, significado y significante—, debemos aferrarnos, comprender, perdonar… y, sobre todo, amar.

Valorar cada instante, cada mirada, cada gesto.

Porque, aunque solo sean palabras —insignificantes, ciegas, pequeñas—, pueden cobrar vida cuando las sostiene un amor verdadero.

Y ese amor, el que desviste el alma, solo llega una vez.







"Te perdono por haber llegado tarde,
ya que después de todo haz llegado
y nos has dudado en quedarte."


Gracias Principessa!!!




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