Einstan VS Murphy
Hoy tengo uno de esos días de meditar. De pensar un poco en el rumbo que voy tomando y cómo, de a poco, comienza a pesar eso que siempre supe que algún día llegaría, y que iba a pesar. Más de una vez he escuchado que uno no puede escapar de su esencia, porque somos lo que hacemos, y bla, bla, bla. No digo que no tengan razón en eso de pensar siempre en positivo, pero, por ejemplo, hablemos de esas famosas “Siete leyes universales”, como si fueran las reglas del juego en este circo Beat llamado vida.
La primera, según dicen, es la Ley de Mentalismo, que básicamente sostiene que todo es mente. Así que, según esta regla, si piensas que hoy será un buen día, pues ¡tachán!, lo será. Y claro, si piensas que estás a punto de ganar la lotería, pues… buena suerte con eso.
¡Ah, la Ley de Correspondencia, que nos ilumina con su sabiduría cósmica diciendo que lo de arriba es igual a lo de abajo! ¡Genial! Porque todos sabemos que lo que pasa en el retrete también sucede en el universo, ¿verdad? Claro, mi jefe es una estrella en el firmamento del mal humor.
La Ley de Vibración nos enseña que todo está en constante movimiento. Como mi cuenta bancaria, que vibra de felicidad cada vez que las regalías entran… y luego se va como arena entre los dedos cuando las facturas deciden hacer su entrada triunfal.
¿Y qué me dicen de la Ley de Polaridad?, esa joya que nos dice que todo tiene su lado oscuro. Pues claro, como los lunes, que son el lado oscuro de cualquier fin de semana. ¿Quién necesita más dualidad?
La Ley de Ritmo habla de los ciclos naturales. Pero en este mundo frenético, ¿quién tiene tiempo para ritmos naturales? Todo es un caos de deadlines y cafés para mantenernos despiertos.
Y qué decir de la Ley de Causa y Efecto, esa que nos recuerda que por cada acción hay una reacción. Como cuando huelo el aroma a café recién hecho por la mañana: eso provoca una reacción en mis tripas que me hace salir corriendo a plantar todo tipo de árboles… no solamente pinos.
Y por último, y no por eso menos importante, la Ley de Género, que nos viene a decir que todo tiene su parte masculina y femenina. Claro, como esos documentos legales: en principio masculinos, hasta que necesitas interpretarlos y entonces se vuelven femeninos, esquivos y misteriosos.
Así que aquí estamos, en este juego de leyes cósmicas, mientras nuestras vidas se transforman en una tragicomedia. Y aunque todo sea relativo, parece que nos hemos perdido en el camino equivocado, con el pensamiento más torcido que una carretera de montaña. ¡Universo! Cada vez me pierdo más en tu laberinto de sabiduría.
Así que, queridas personas de este hermoso universo, mientras reflexionamos sobre estas “Siete leyes universales” que suenan más a filosofía de barra que a un manual práctico de supervivencia para sobrellevar el día a día como una persona más, pienso: ¿no dicen que todo pasa por alguna razón? O algo así oí decir a alguien alguna vez.
Mmm… ah sí, ¿y quién podría olvidar a nuestro querido amigo Murphy y sus leyes? Sí, esas que siempre nos recuerdan que si algo puede salir mal…
Imaginen este épico enfrentamiento cósmico entre las leyes de la sabiduría universal y las de Murphy.
— La Ley de Mentalismo choca con Murphy: “Nada es tan fácil como parece, ni tan difícil como explicaro."
— La Ley de Correspondencia se enfrenta a: “Si algo puede ir mal, lo hará… y en el peor momento posible”.
— La Ley de Vibración intenta mantenerse en alto, pero Murphy le recuerda: “Todo lleva más tiempo del que piensas”. Vibrante, sí… pero leeeeeento.
— La Ley de Polaridad se ve contrariada por: “Si hay una posibilidad de que varias cosas salgan mal, la que cause más daño será la única que lo haga”. Bienvenidos al lado oscuro.
— La Ley de Ritmo quiere fluir, pero Murphy sentencia: “Si dejas que algo se arregle solo, empeorará”. Como un vals con los zapatos cambiados.
— La Ley de Causa y Efecto recibe un golpe de gracia con: “Si intentas arreglar un problema con algo que ya no funciona, se crearán dos problemas más”. Magia inversa.
— Y la Ley de Género, con su yin y su yang, escucha a Murphy susurrar: “Todo lleva más tiempo y dinero de lo que piensas”. Yin, yang y tarjeta de crédito.
¿Quién ganará en este duelo de leyes? ¿La sabiduría cósmica o la ironía de Murphy? Quién sabe. Pero al menos nos queda la certeza de que la vida, con sus leyes, sus cafés tibios y sus desencantos sutiles, sigue siendo el mejor escenario para el más absurdo de los dramas.
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