PATO Capitulo 12

 Capítulo 12: La última página

El ruido de la ciudad era una sinfonía lejana desde el pequeño apartamento en el norte donde Hernán había decidido establecerse. Era un lugar modesto, rodeado de montañas y calles tranquilas, muy lejos del bullicio y la oscuridad que habían dominado su vida en los últimos meses. La paz de ese entorno lo ayudó a encontrar un nuevo ritmo, uno que necesitaba urgentemente tras los eventos que lo habían marcado de por vida.

A su lado, en el escritorio, había un cuaderno abierto y un bolígrafo. Las palabras fluían a medida que escribía, como si finalmente pudiera ordenar sus pensamientos y procesar la marea de emociones que lo había abrumado. Escribir era su forma de rendir homenaje a Patricia y de darle sentido a todo lo que había vivido.

“La amistad, cuando es verdadera, es un ancla que ni el tiempo ni el dolor pueden romper” —escribió, recordando su relación con Patricia. Durante años había sido su confidente, su apoyo incondicional. A pesar de que nunca fue correspondido en el amor, su vínculo con ella siempre había sido profundo y auténtico. Patricia había sido una mujer atrapada en una vida que no eligió, y él, ciego a su sufrimiento hasta que fue demasiado tarde. Esa culpa lo había llevado hasta el límite, pero también lo había hecho más fuerte.

Se detuvo por un momento, mirando por la ventana, donde la luz del atardecer iluminaba suavemente las montañas. Sentía una mezcla de alivio y dolor al recordar a Patricia, pero también un profundo respeto por la verdad que había logrado sacar a la luz.

“Defender la verdad es el acto más puro de justicia que uno puede hacer” —escribió de nuevo—. “Enfrentarse a tiranos, incluso sabiendo que las probabilidades están en tu contra, es una prueba de carácter. La verdad duele, es incómoda y, a veces, se paga con un precio muy alto. Pero, cuando sabes que la causa es justa, no queda otra opción que defenderla”.

Hernán sabía que el círculo de corrupción había dejado cicatrices profundas. Luciano y Martín habían sido capturados, y el sistema que había protegido sus atrocidades durante años comenzaba a derrumbarse. Pero, en el fondo, sabía que el poder no desaparece, solo cambia de manos. Siempre habría otros dispuestos a hacer lo mismo que Luciano, y nuevos rostros llenarían los vacíos que él y sus cómplices habían dejado. El círculo de poder no había muerto por completo; solo se escondía en las sombras, esperando el momento adecuado para reaparecer.

“La lucha contra el poder injusto es interminable” —escribió—. “Pero aunque no podamos erradicarlo por completo, cada pequeña victoria cuenta, y cada verdad expuesta debilita sus cimientos.”

Las palabras continuaban fluyendo, y con ellas, Hernán sintió una paz renovada. Había perdido mucho en el proceso, pero también había ganado algo invaluable: una fortaleza que no sabía que tenía. Había enfrentado sus miedos, su culpa y su rabia, y había aprendido a luchar por algo más grande que él mismo.

Sergio, por su parte, había decidido desaparecer por un tiempo. Después de publicar la historia que desmantelaba al círculo, el periodista había optado por alejarse de todo y tomar un nuevo rumbo en Estados Unidos. Ambos sabían que la batalla había llegado a su fin, y aunque su amistad había estado marcada por tensiones y secretos, se habían unido en el momento que más lo necesitaban.

Hernán terminó su reflexión, escribiendo las últimas palabras en el cuaderno.

“La justicia no siempre llega para quien la merece. Pero cuando llega, deja una marca. Y esa marca es lo que nos permite seguir adelante, sabiendo que no hemos dejado a nuestros seres queridos en el olvido.”

Cerró el cuaderno y sintió una paz que no había sentido en mucho tiempo. La historia de Patricia, de Luciano, y de todo lo que había enfrentado quedaría plasmada en esas páginas. Era su forma de rendir homenaje, de dejar un legado que nadie podría borrar. Aunque el círculo permaneciera en las sombras, la verdad estaba allí, grabada en cada palabra que había escrito.

Se levantó y caminó hacia la ventana, respirando profundamente el aire fresco de la montaña. Sabía que la vida continuaba y qué nuevas luchas lo esperarían, pero ahora estaba listo para enfrentarlas. Había cerrado un capítulo, y con él, había logrado encontrar una parte de sí mismo que creía perdida.

La historia de Patricia estaba completa, y aunque el mundo no cambiaría de la noche a la mañana, Hernán sabía que había hecho lo correcto. Había cumplido su promesa.



FIN

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuestión de tiempo

el libro rojo de los buenos pensamientos

PATO Capítulo 1