Capítulo 1: El Nacimiento de la Sombra El sol no brilla, embiste. Golpea las fachadas de los rascacielos como si quisiera arrancarles la memoria a martillazos, incendiando los cristales hasta devolver un resplandor que no alumbra: ciega. Durante un instante, no veo nada salvo mi propio reflejo desdibujado en el vidrio, una silueta que se parece a mí lo justo para incomodarme. En esos ojos vacíos —que deberían ser míos— hay algo más. Algo que no reconozco. O peor aún: algo que finjo no reconocer. Hay una sombra ahí dentro, un murmullo agazapado en el fondo de la mirada, como si alguien estuviera esperando el momento adecuado para usurparme la voz. No es una metáfora. Es un aviso. Siento el escalofrío con la precisión de una aguja entrando por la nuca. El cuerpo lo registra antes que el pensamiento, como si supiera que esa presencia que me respira tan cerca no es nueva, sino antigua. Antiguamente mía. Me tamborileo los dedos sobre el alféizar de madera —una costumbre aprendida del aburri...
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