PATO capitulo 3

 

Capítulo 3: Los lazos rotos

La relación entre Patricia y Luciano nunca fue del tipo convencional. Desde pequeña, Patricia aprendió a admirar y temer a su padre en igual medida. Luciano no era un hombre que compartiera afecto o palabras de aliento. Para él, la vida era una serie de decisiones estratégicas, y Patricia no era la excepción: era su mejor jugada.

Patricia creció en un entorno donde todo lo que hacía era observado y juzgado, no solo por su padre, sino por todo el círculo de poder que los rodeaba. Desde el primer momento, fue moldeada para ser perfecta, para estar a la altura del apellido Sáenz. Y aunque había momentos en los que anhelaba romper con esa presión, nunca tuvo el valor de alejarse completamente. Su ambición, alimentada por los constantes desafíos de su padre, siempre la empujó a seguir adelante.

Luciano nunca le mostró abiertamente su aprobación, pero Patricia sabía que la medía en cada paso. Después de su fracaso en las elecciones para la alcaldía, un evento que podría haber destruido a cualquier otra persona, Patricia solo se volvió más fuerte. Fue ese fracaso lo que la llevó a desviarse hacia el sector inmobiliario, donde pudo amasar su fortuna lejos del ojo directo de su padre. O eso creía.

El éxito en los negocios no la salvó de las críticas de Luciano. Él siempre encontraba alguna manera de señalar que ella no estaba siendo lo suficientemente cuidadosa, que su fortuna, aunque impresionante, la estaba llevando por caminos peligrosos. Pero en el fondo, Patricia sabía que su padre no estaba preocupado por su seguridad: lo único que le importaba era proteger el apellido Sáenz. El control lo era todo para él, y si en algún momento ella se convertía en una amenaza para esa imagen intachable, Luciano no dudaría en intervenir.

Los rumores sobre Luciano eran oscuros, y aunque se hablaba en susurros, Patricia siempre tuvo la sospecha de que algo más se escondía tras la muerte de sus tíos. Aquello no había sido casualidad, lo sabía. Sus dos hermanos habían enfermado, casi al mismo tiempo, y sus muertes se sucedieron de manera conveniente para Luciano, justo cuando la disputa familiar por la herencia amenazaba con fragmentar el legado. Con la desaparición de sus hermanos, Luciano quedó como el único heredero directo, y a partir de ahí, su ascenso fue imparable.

A Patricia le asustaba pensar que su padre, un hombre capaz de maniobrar en las sombras, pudiera haber tenido algo que ver en esas muertes. Nunca se lo preguntó directamente, pero la duda siempre estuvo presente, como un veneno silencioso que iba consumiendo su confianza en él.

Con el tiempo, Patricia aprendió a moverse con la misma astucia que su padre, pero a diferencia de Luciano, ella comenzó a perder algo de sí misma en el proceso. El negocio inmobiliario no era solo una manera de ganar dinero; era su manera de demostrarle a Luciano que podía ser tan implacable como él. Pero esa implacabilidad tenía un precio, y Patricia comenzó a dudar si su vida se estaba encaminando al mismo destino que sus tíos. Sabía que, si cometía un error que pusiera en peligro la reputación del apellido, su padre no dudaría en apartarla, como lo había hecho con sus propios hermanos.

Luciano siempre la vigilaba. Incluso en sus negocios privados, su presencia se sentía de alguna manera. Las advertencias sutiles, los comentarios ambiguos en las cenas familiares, todo apuntaba a una constante supervisión. Para Patricia, el control de Luciano era como una cadena invisible que nunca pudo quitarse del todo.

Mientras Hernán revisaba más notas y recuerdos de su relación con Patricia, un patrón comenzó a emerger. La creciente tensión entre padre e hija no había sido solo un conflicto de poder, sino una batalla por el control absoluto. Patricia, al igual que Luciano, estaba atrapada en una red de secretos y manipulaciones que la estaban devorando poco a poco.

Los rumores sobre la implicación de Luciano en la muerte de sus hermanos seguían vivos, susurrados en bares y círculos privados. Pero lo que Patricia temía, y Hernán comenzaba a sospechar, era que la misma red de poder que Luciano había tejido a su alrededor, ahora se estaba cerrando sobre Patricia.




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