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Sueños, fantasía o realidad...

El sueño se mezclaba con la memoria, difuso, intangible. No sabía si seguía dormido o si había despertado, si respiraba o si ya me había ido al otro lado. Pero tus besos seguían ahí, pegados a mi piel como un eco persistente. Me dejaste mil y yo te devolví otros mil, como si en ese intercambio se nos fuera la vida, como si en ese ir y venir quedara atrapado el último rastro de lo que fuimos.

Cantar

Nunca tuve oído para la música, nunca supe afinar una sola nota. Pero aprendí a aullar, a lanzar mi voz rota contra la noche, como un lobo hambriento que le ladra a la luna, sabiendo que nunca la tendrá entre los dientes. Y aun así, aúlla. Porque es lo único que le queda.

Navegar

No sé si tuvo algo que ver la seguidilla de malas rachas que me partieron el lomo antes de acabar aquí. No sé si fueron las manos que estreché, las mismas que después desaparecieron cuando más las necesitaba. Manos que prometían firmeza pero que al final solo servían para contar billetes o señalar culpables. Quizás el tiempo hizo lo suyo, dándole vueltas a todo como un maldito reloj sin cuerda, hasta que un día los frutos cayeron del árbol antes de madurar y no tuve otra opción más que salir a navegar. No por valentía, no por espíritu aventurero, sino porque a veces quedarse quieto es lo mismo que hundirse.

Yupilandia

Bienvenidos a Yupilandia, el parque temático del cinismo, donde la realidad es un chiste malo contado por idiotas y nadie se ríe. Aquí todo está patas arriba, pero tranquilo, nadie lo nota porque todos están demasiado ocupados fingiendo que entienden cómo funciona el mundo. Los niños duermen en las calles de Marsella, de Madrid, de Buenos Aires, de Nueva York. Pero no te preocupes, eso no sale en las postales ni en los discursos de campaña. Mientras tanto, los dueños del mundo recorren la ciudad en autos que valen más que una vida entera, saludando desde carteles políticos con la sonrisa desinfectada de quien ya no recuerda lo que es el hambre. En Yupilandia, los inmigrantes vienen a "robar el trabajo", pero nuestros hijos se largan a otros países "buscando oportunidades". Porque claro, cuando somos nosotros los que emigramos, es por mérito y superación; cuando son los otros, es una invasión. Aquí los profesores exigen respeto, pero odian enseñar. Los alumnos van a ...

DIAS D

Apagué la radio, el cigarro se consumió en el cenicero y me quedé ahí, mirando la pared como un imbécil. Saqué los días D de mi cabeza porque cada maldito recuerdo tuyo me deja en pausa, atrapado en un limbo de mierda donde nada avanza y todo pesa. Me quedo solo, con la mente en blanco, con el vacío mirándome de vuelta, burlándose de mí. Y cuando te pienso en días como este, con el pecho hecho un desastre, ardiendo con cada trago barato que intento usar para sacarte de mis entrañas, vuelven esas imágenes. Tú, en aquel aeropuerto, con los ojos vidriosos, con la voz atascada en la garganta, con el alma hecha pedazos mientras el mundo seguía girando como si nada. Como si no estuviéramos quebrándonos en el jodido centro del universo. Aturdida. Atónita. Jodidamente irremplazable. Y yo, demasiado consciente de que ya no hay más vuelos de regreso.

Ellos

Se acerca con la intención de un beso fugaz, un roce leve, una despedida sin estridencias. Pero la tentación es más fuerte. Sus labios se encuentran y, antes de que pueda evitarlo, el impulso se convierte en hambre. Muerde su boca, y la respuesta llega de inmediato. Un mordisco de vuelta, una rendición mutua al deseo que se enreda entre sus cuerpos. Sus manos rodean su rostro, los dedos presionan con la urgencia de quien teme perder algo irremplazable. Y en ese instante, la certeza lo golpea con la intensidad de un vértigo desconocido. Está enfermo, está roto, está atrapado en la necesidad de tenerla cerca. No es solo deseo. Es algo más profundo, más oscuro, más imposible de controlar. Ella sonríe, pero no retrocede. No se aparta, no le pone fin a la locura. La comparte. Sus labios siguen encajados con los suyos, sus manos firmes en su rostro, como si soltarlo fuera la única amenaza real. No busca nada. No necesita nada. Y, sin embargo, lo tiene todo. Él tampoco buscaba nada. Y, sin em...

Tristes, tristes vidas en casa, pobres almas en la calle.

El camino se extendía ante él, interminable, una línea difusa entre la realidad y el deseo. La luna brillaba en la distancia, inalcanzable, tentadora, un faro suspendido en la inmensidad de la noche. Cada paso lo acercaba, o eso quería creer. Pero el horizonte nunca cedía, nunca permitía que sus dedos rozaran aquello que había soñado tantas veces. El tiempo se volvía espeso, arrastrándolo en un vaivén de incertidumbre. ¿Era posible que algunos caminos no tuvieran final? ¿Que la promesa de alcanzar la meta no fuera más que una ilusión, un espejismo dibujado en la negrura del cielo? El pueblo quedaba atrás, sus sombras largas se difuminaban en la penumbra. Las calles que antes parecían estrechas y opresivas ahora eran solo un recuerdo. Los besos que había dejado en algunas mejillas se evaporaban como polvo en el viento, fugaces, pasajeros. Aquí, las palabras corrían más rápido que los cuerpos, los rumores viajaban antes que las verdades, y las lenguas se enredaban en cuentos que nadie pi...