Yupilandia
Bienvenidos a Yupilandia, parque temático del cinismo y de la mentira elegante. La realidad aquí es un chiste malo contado por idiotas que aplauden su propio vacío. Todo está al revés y nadie lo nota, porque todos andan demasiado ocupados fingiendo que entienden cómo funciona este circo.
Los niños duermen en las calles de Marsella, Madrid, Buenos Aires o Nueva York, pero eso no entra en las postales ni en las campañas políticas. Los dueños del mundo viajan en autos que valen más que una vida entera, posan en carteles con sonrisas de quirófano y no recuerdan lo que es tener hambre.
En Yupilandia, los inmigrantes “roban trabajos”, pero nuestros hijos se largan a otros países “en busca de oportunidades”. Cuando somos nosotros los que emigramos es mérito; cuando lo hacen ellos, es invasión.
Los maestros exigen respeto pero odian enseñar. Los alumnos van a calentar sillas, porque pensar cuesta y obedecer paga. Si alguien se sale del libreto, lo llaman problema. Si sabe demasiado, es amenaza; si no sabe nada, puede terminar de jefe.
Aquí la verdad se ahoga en discursos de feria. Todo es una farsa tan bien montada que hasta los que la sufren la defienden. Este es el país donde la mentira se hereda y la esperanza se vende al peso.
Quedarse es volverse cómplice. Huir es apenas un acto de supervivencia.
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