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Mostrando entradas de marzo, 2025

El Capitan

El Capitán no tenía parche en el ojo ni pata de palo, tampoco un ave al hombro ni un botín escondido en alguna isla remota. No era ese tipo de capitán. Navegaba mares distintos, en los que el viento traía versos perdidos y las olas teñían las sonrisas de verde jardín. Miró una foto que el tiempo había dejado entre las páginas de un libro. No sabía cuándo la había guardado, pero ahí estaba, atrapando un instante que aún latía dentro de su pecho. Recordó aquella puesta de sol en Madrid, el reflejo dorado tiñendo las calles, y tus labios envenenando los suyos con la calma de un beso que sabía a despedida. El sol se apagaba lento, escondiéndose bajo la falda de la noche, mientras la luna, orgullosa y altiva, se alzaba con su ejército de estrellas. Recordó cómo pelearon juntos contra las nubes que amenazaban con arruinar la historia que aún no querían dejar de escribir. Pero las batallas no son eternas y, cuando menos lo esperaba, el destello de tus ojos se perdió entre sombras. Y al des...

¡ Quizás nos confundimos al pensar que lo prohibido era la Fruta!

Quizás nos equivocamos al creer que lo prohibido fue solo una fruta en la mano de Adán. Tal vez el verdadero pecado fue el amor, y por eso nos condenaron, no al sufrimiento, sino a la insoportable felicidad de sentir demasiado. Quizás no tengo las palabras exactas, ni una forma precisa de explicarlo, porque hay cosas que no caben en un puñado de frases. Quizás el mañana nos traiga un día mejor, uno donde no tengamos que dudar de lo que sentimos, donde podamos querer sin límites, sin miedo, sin prohibiciones. Quizás los cuentos de hadas no eran tan mentira después de todo. Quizás este castillo, este final, esta historia, siempre fue real. Quizás lo único que hicimos fue atrevernos a creer en ella.

Difícil dejar el Nido

Lloré lo que nunca había llorado, dudé como nunca había dudado. No es fácil dejar atrás a los amigos, la familia, todo lo que conoces. Es tu lugar, joder. Pero hay momentos en los que te das cuenta de que ya no encajas, de que algo dentro de ti se oxida. Y cuando eso pasa, cuando el aire se vuelve tan denso que apenas puedes respirar, lo único que queda es irse. A veces, las cicatrices del pasado pican demasiado fuerte, no te dejan sentir las malditas mariposas en el estómago. Así que hay que buscarlas en otro lado. Hay que moverse, hay que largarse antes de que el cuerpo se acostumbre a vivir sin sentir.

Aquí

Tomé una última copa y tiré la corbata como quien se saca un nudo del cuello. Ahora que soy libre, me siento más importante, aunque en realidad no haya cambiado nada. La cabeza me explotó en pequeñas prosas, agarrando palabras al vuelo como si fueran hojas secas en otoño. Salí a pedalear sin rumbo, porque al final todos los caminos llevan a Roma, o al menos eso dicen, así que me quedé más tranquilo. El sol brillaba sobre la copa de los árboles, filtrándose entre las ramas y las hojas como si el mundo estuviera jugando a iluminarme solo a mí. Su calor se pegó a mi piel, y en ese instante entendí que no hacía falta seguir pedaleando. No había ningún otro lugar al que ir cuando todo lo que necesitaba estaba justo aquí.

Corazón

El cenicero está lleno otra vez. Un cuentagotas de cigarrillos consumidos por las horas de la noche, por las conversaciones que nunca llegan a nada, por el humo que se pierde en el aire como todo lo que hemos dicho. Tic-tac, los minutos pasan, tic-tac, mi pulso se acelera. La música sigue girando de fondo, pero no sé si es el disco o mi cabeza dando vueltas. Te miro moverte de un lado a otro. Encendés otro cigarro y yo sigo sin entender por qué tanta impaciencia, tanta necesidad de ocultarte detrás del humo. ¿Qué es lo que intentás decir sin decirlo? Si querés dejarlo, decilo. Así, sin más. No te escondas entre el smog de cada calada. Yo también estoy perdido, pero al menos me quedo quieto. Me siento a pensar, prendo otro cigarro, te miro. No pienses que deliro solo porque hablo y vos no querés escuchar. Ese es el problema, ¿no? No escuchás, no entendés, o simplemente no te da la gana reaccionar. Lo único que te interesa es ser vos, y lo demás te da igual. Nunca te preguntaste cómo es ...

Noche en tu cuerpo, Luna en el mio

Como un jinete sin destino, cabalgaré hasta el final de tu ira, avanzando al ritmo irregular de un reloj roto, marcando el tiempo a su antojo, sin lógica, sin equilibrio. Tus ojos se abrirán de golpe, paralelos a un eclipse, encontrándose con mi cuerpo como si en él ardiera la última verdad. Serás un arcángel insurrecto, iluminando mi condena con la furia de quien no teme arder. Serás el coral de mi arrecife, la calma antes de la tormenta, esperando la batalla que se librará entre vientos y mareas, entre cuerpos y sudor. Tu cabello, una brisa esbelta, rozará mi pecho como un presagio, y tu piel, un capullo de seda, se erizará en mis manos con la precisión de un secreto revelado. Tu néctar se convertirá en oasis, un espejismo que nos ahogará en su promesa. Y cuando la lujuria estalle, pintará invenciones de colores sobre nuestra piel. De tus brazos brotará un último aliento, un apretón firme en mi cuello, suplicando que no me rinda. Y si es necesario, moriremos de pie, con los dedos ent...

PASOS

El tiempo dejó de tener sentido, se enredó en mis pensamientos como un calendario roto. No sé si hoy fue ayer o si mañana ya pasó, si estoy avivando el fuego o ahogándolo en el mar. No sé si quedarme contigo en la sala y fingir que todo está bien o arrastrarte a la cama y dejar que la duda se queme en la piel. No sé si estornudar o decir "hachís" para disimular que todo esto me está volviendo loco. No sé a qué saben tus besos, si al tabaco de siempre o a algo que nunca termino de entender. No sé si tus manos van a liarse con las mías o si simplemente voy a despertar y descubrir que todo esto fue un mal sueño.

Sueños, fantasía o realidad...

El sueño se mezclaba con la memoria, difuso, intangible. No sabía si seguía dormido o si había despertado, si respiraba o si ya me había ido al otro lado. Pero tus besos seguían ahí, pegados a mi piel como un eco persistente. Me dejaste mil y yo te devolví otros mil, como si en ese intercambio se nos fuera la vida, como si en ese ir y venir quedara atrapado el último rastro de lo que fuimos.

Cantar

Nunca tuve oído para la música, nunca supe afinar una sola nota. Pero aprendí a aullar, a lanzar mi voz rota contra la noche, como un lobo hambriento que le ladra a la luna, sabiendo que nunca la tendrá entre los dientes. Y aun así, aúlla. Porque es lo único que le queda.

Navegar

No sé si tuvo algo que ver la seguidilla de malas rachas que me partieron el lomo antes de acabar aquí. No sé si fueron las manos que estreché, las mismas que después desaparecieron cuando más las necesitaba. Manos que prometían firmeza pero que al final solo servían para contar billetes o señalar culpables. Quizás el tiempo hizo lo suyo, dándole vueltas a todo como un maldito reloj sin cuerda, hasta que un día los frutos cayeron del árbol antes de madurar y no tuve otra opción más que salir a navegar. No por valentía, no por espíritu aventurero, sino porque a veces quedarse quieto es lo mismo que hundirse.

Yupilandia

Bienvenidos a Yupilandia, el parque temático del cinismo, donde la realidad es un chiste malo contado por idiotas y nadie se ríe. Aquí todo está patas arriba, pero tranquilo, nadie lo nota porque todos están demasiado ocupados fingiendo que entienden cómo funciona el mundo. Los niños duermen en las calles de Marsella, de Madrid, de Buenos Aires, de Nueva York. Pero no te preocupes, eso no sale en las postales ni en los discursos de campaña. Mientras tanto, los dueños del mundo recorren la ciudad en autos que valen más que una vida entera, saludando desde carteles políticos con la sonrisa desinfectada de quien ya no recuerda lo que es el hambre. En Yupilandia, los inmigrantes vienen a "robar el trabajo", pero nuestros hijos se largan a otros países "buscando oportunidades". Porque claro, cuando somos nosotros los que emigramos, es por mérito y superación; cuando son los otros, es una invasión. Aquí los profesores exigen respeto, pero odian enseñar. Los alumnos van a ...

DIAS D

Apagué la radio, el cigarro se consumió en el cenicero y me quedé ahí, mirando la pared como un imbécil. Saqué los días D de mi cabeza porque cada maldito recuerdo tuyo me deja en pausa, atrapado en un limbo de mierda donde nada avanza y todo pesa. Me quedo solo, con la mente en blanco, con el vacío mirándome de vuelta, burlándose de mí. Y cuando te pienso en días como este, con el pecho hecho un desastre, ardiendo con cada trago barato que intento usar para sacarte de mis entrañas, vuelven esas imágenes. Tú, en aquel aeropuerto, con los ojos vidriosos, con la voz atascada en la garganta, con el alma hecha pedazos mientras el mundo seguía girando como si nada. Como si no estuviéramos quebrándonos en el jodido centro del universo. Aturdida. Atónita. Jodidamente irremplazable. Y yo, demasiado consciente de que ya no hay más vuelos de regreso.

Ellos

Se acerca con la intención de un beso fugaz, un roce leve, una despedida sin estridencias. Pero la tentación es más fuerte. Sus labios se encuentran y, antes de que pueda evitarlo, el impulso se convierte en hambre. Muerde su boca, y la respuesta llega de inmediato. Un mordisco de vuelta, una rendición mutua al deseo que se enreda entre sus cuerpos. Sus manos rodean su rostro, los dedos presionan con la urgencia de quien teme perder algo irremplazable. Y en ese instante, la certeza lo golpea con la intensidad de un vértigo desconocido. Está enfermo, está roto, está atrapado en la necesidad de tenerla cerca. No es solo deseo. Es algo más profundo, más oscuro, más imposible de controlar. Ella sonríe, pero no retrocede. No se aparta, no le pone fin a la locura. La comparte. Sus labios siguen encajados con los suyos, sus manos firmes en su rostro, como si soltarlo fuera la única amenaza real. No busca nada. No necesita nada. Y, sin embargo, lo tiene todo. Él tampoco buscaba nada. Y, sin em...

Tristes, tristes vidas en casa, pobres almas en la calle.

El camino se extendía ante él, interminable, una línea difusa entre la realidad y el deseo. La luna brillaba en la distancia, inalcanzable, tentadora, un faro suspendido en la inmensidad de la noche. Cada paso lo acercaba, o eso quería creer. Pero el horizonte nunca cedía, nunca permitía que sus dedos rozaran aquello que había soñado tantas veces. El tiempo se volvía espeso, arrastrándolo en un vaivén de incertidumbre. ¿Era posible que algunos caminos no tuvieran final? ¿Que la promesa de alcanzar la meta no fuera más que una ilusión, un espejismo dibujado en la negrura del cielo? El pueblo quedaba atrás, sus sombras largas se difuminaban en la penumbra. Las calles que antes parecían estrechas y opresivas ahora eran solo un recuerdo. Los besos que había dejado en algunas mejillas se evaporaban como polvo en el viento, fugaces, pasajeros. Aquí, las palabras corrían más rápido que los cuerpos, los rumores viajaban antes que las verdades, y las lenguas se enredaban en cuentos que nadie pi...