Aquí
Tomé una última copa y me arranqué la corbata como quien se quita un nudo de la garganta. Libre, o algo que se le parece. No había pasado nada, pero la importancia me corría por dentro como si el mundo me debiera una reverencia. La cabeza explotaba en pequeñas prosas, palabras que cazaba al vuelo como hojas secas en un otoño sin reloj. Salí a pedalear sin rumbo, porque al final todos los caminos llevan a Roma —eso dicen— y por un momento quise creerles, solo para quedarme tranquilo.
El sol atravesaba las copas de los árboles, filtrándose en destellos que parecían buscarme a propósito. Su calor se pegaba a la piel como un recordatorio sencillo: no hace falta ir a ningún lado. No cuando lo que busco —lo que importa— ya estaba aquí, esperándome sin mapas ni despedidas.

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