Corazón
El cenicero está lleno otra vez. Un cuentagotas de cigarrillos consumidos por las horas de la noche, por las conversaciones que nunca llegan a nada, por el humo que se pierde en el aire como todo lo que hemos dicho. Tic-tac, los minutos pasan, tic-tac, mi pulso se acelera. La música sigue girando de fondo, pero no sé si es el disco o mi cabeza dando vueltas.
Te miro moverte de un lado a otro. Encendés otro cigarro y yo sigo sin entender por qué tanta impaciencia, tanta necesidad de ocultarte detrás del humo. ¿Qué es lo que intentás decir sin decirlo? Si querés dejarlo, decilo. Así, sin más. No te escondas entre el smog de cada calada. Yo también estoy perdido, pero al menos me quedo quieto. Me siento a pensar, prendo otro cigarro, te miro.
No pienses que deliro solo porque hablo y vos no querés escuchar. Ese es el problema, ¿no? No escuchás, no entendés, o simplemente no te da la gana reaccionar. Lo único que te interesa es ser vos, y lo demás te da igual. Nunca te preguntaste cómo es para mí, lo que duele sentir tanto por alguien, algo tan fuerte que si pudiera me arrancaría el corazón o saldría de tu pecho solo para mirarme en tus lágrimas.
Realmente pensé que esta vez sería diferente. Nos juramos que nunca volveríamos a pasar por lo mismo, que nunca haríamos sufrir a nadie como nos hicimos sufrir antes. Pero qué sabes vos de promesas, si desde aquella última vez que naufragaste en el post-amor te convertiste en otra persona. Y ahora, simplemente, no volvés.
Así que decime, ¿fue eso lo que olvidaste? ¿La promesa de no dejar de estar enamorado? ¿O simplemente nunca pensaste cumplirla?
Comentarios
Publicar un comentario
comentarios