EL ARTE DE APRENDER

Buscamos eternamente, de cierta manera, la forma de estar en lo correcto o de cierto modo, aunque para algunos más y otros menos. El interés por saber.

Cuando realmente no nos interesamos por lo más básico, que es querer aprender a aprender. De la misma forma en que no nos preocupa eso, tampoco nos preocupa la manera en que lo transmitimos, y automáticamente desvalorizamos el conocimiento adquirido.

Tenemos que ser conscientes de la forma en que compartimos nuestros valores con nuestras familias, amigos y allegados, pero, sobre todo, con los más pequeños, sea cual sea el ámbito y la relación que tengamos con ellos.

Dar ejemplo no es solo un acto, sino una responsabilidad. La percepción que los niños formen sobre la sociedad dependerá, en gran parte, de los cimientos que les brindemos. No basta con decir lo correcto; hay que vivirlo, encarnarlo, convertirlo en acciones diarias.

Las palabras inspiran, pero los actos forjan. Y en esa forja, en ese molde invisible que vamos dejando en los demás, reside el verdadero arte del aprendizaje. Porque no se trata solo de lo que sabemos, sino de lo que enseñamos con nuestra existencia.

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