CERTEZA

Los vientos no dejaron más que vestigios y poco más del errante viajero.
Ese que atraviesa tempestades y se ahoga en tierra firme. Varado, perdido y exento de recuerdos. 
Sin tiempo que lo acompañe, y a deshora avanza hacia el deber de encontrar luz en la oscuridad.
Los vientos soplan pero su velero no remontan, porque el no iza las velas, porque ir a la deriva es su cable a tierra. Porque perdido se encuentra acompañado.
Deja al tiempo las palabras mientras devora quimeras, 
como un náufrago que se alimenta de sombras y vive del eco de sus propios pasos.
No busca refugio ni espera salvación, pues su condena es su ancla y su fe es la duda.
Cada noche, la luna le susurra caminos que nunca toma,
y cada alba, el sol le ofrece promesas que no quiere escuchar.
Las ruinas de lo que fue se desmoronan a su alrededor,
pero él no se detiene a reconstruirlas.
Se aferra a su deriva con la ternura de quien abraza su única certeza:
que el horizonte es un espejismo y que la llegada nunca es destino,
sino solo otra forma de perderse.


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